Las terribles guerras

La actividad continua, aún más intensa, cuando en 1936 se desencadena la guerra civil en España con todos los dramas que trae consigo. En esa época hace su primer viaje a Roma, acompañada de la fidelísima Pilar de Arratia, para dar comienzo, también allí, a un trabajo generoso entre los pobres de la periferia romana, en la via Casilina.

Desde allí tiene que defenderse ante el Santo Oficio de acusaciones y difamaciones sobre su persona y sobre la Congregación recién nacida. Pilar es un ángel defensor, su confidente y su mejor apoyo en este momento entre los más duros de su vida.

Estando en Roma, estalla la segunda guerra mundial, entre las bombas y las amenazas de los alemanes, con las Hermanas acoge niños, esconde prófugos sin miramientos ideológicos, cura los heridos de los bombardeos, da de comer a millares de obreros y necesitados en mesas improvisadas, consuela a todos.

La actividad caritativa en Roma adquirió cotas difícilmente creíbles. Otra vez comida milagrosa en cantidades industriales para los pobres, la gente que acude a millares a escudarse con el cuerpo de la Madre cuando la alarma amenaza bombardeos y esta mujer española que saca aguja e hilo y un cubo de agua limpia y lava vísceras, cose heridas, recompone cuerpos mutilados, promete con energía supervivencia y recuperación.

En agosto de 1944 muere Pilar, dejando un vacío enorme en su vida. Una vez superado este duro momento, reanuda las actividades, los viajes, las nuevas iniciativas. La posguerra es dura, tanto en Italia como en España; muchas son las heridas por curar y ella trabaja, anima, y organiza con un ritmo incansable. Para el Año Santo de 1950 está ultimada la casa generalicia de Roma para acoger a los peregrinos del mismo año y de los sucesivos. Van naciendo una tras otra, nuevas fundaciones en Italia: Todi, Gubbio, Pavia, Genova, Vazzola, Borsea, Francenigo, Perugia, Rieti, Colfosco, Fratta Todina.

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